por Psp. María Alejandra Canavesio (*)
“Antonella tiene 15 años y desde que la conozco me dice que quiere ser psicóloga. Evidencia un interés no común en lo que le sucede a las personas y la preocupa el futuro de la sociedad teniendo en cuenta lo que ve en la gente de su generación. Fuera del tiempo que dedica no sólo a cumplir con sus tareas escolares sino también a profundizar en ciertos contenidos, destina varias horas diarias a investigar por internet diferentes temas que hacen al comportamiento humano. Busca información y compara las posturas de distintos autores, descarga libros en PDF que lee reflexivamente y luego conversa conmigo porque sostiene que, si algo quiere, es aprender lo más que pueda para poder ayudar a los demás.
- ¿Vos te fijaste en las publicaciones en redes sociales, Ale? Parecen todas salidas de una fábrica: las fotos en el espejo del baño, las mismas poses, iguales gestos, los mismos videos bailando con movimientos en los que parece que las chicas se ofrecieran como prostitutas, los mismos chistes, las mismas burlas, las mismas carcajadas, las mismas canciones… Hacen y repiten sin tener en cuenta el sentido de lo que hacen. Porque si les preguntás por qué lo hacen, ponen cara de ‘ni idea’ y ni siquiera pueden dar una razón. Yo tengo compañeros que usando gorra se sacan fotos poniendo los dedos como si tuvieran un arma y las suben a sus redes escribiendo ‘acá lo pibe’. A veces hasta me da miedo que los confundan con delincuentes y les hagan algo…
- ¿Y los padres, Anto? – le pregunté.
- Eso es lo más grave. Los padres no hacen nada. O porque no saben o porque les causa gracia. Pero muchos son los que acostumbraron a los hijos, porque desde que eran chiquitos han subido fotos y videos de ellos. Algunas, incluso, de momentos íntimos. Pero la mayoría no sabe, porque los hijos no los tienen en sus redes. Entonces hacen cualquier cosa, porque no tienen control. Yo he hablado con algunos padres de mis amigos y eso me ha costado perderlos. Pero no me importa. Los padres se tienen que dar cuenta porque, mientras no se den cuenta, los hijos seguirán haciendo lo que hacen y, al menos para mí, eso los conduce derechito a la denigración…”
Imágenes y videos de menores de edad proliferan en redes sociales desde sus inicios. Muchos de ellos, incluso, posteados por los mismos padres que, de alguna manera, son quienes abren la puerta de acceso a la necesidad de una vida de exposición, casi como si vivieran permanentemente en un reality. El parto, la llegada a casa, el amamantamiento, el cambio de pañal, la caída del ombligo, el primer baño… Los llantos, las reacciones ante los distintos sabores, las primeras palabras, los primeros pasos… Los bailes en pañal, delante del televisor, frente a canciones de Duki, L-Gante, Lali o Tini… El Jardín, la caída del primer diente, la primaria, las muestras deportivas o artísticas, la Comunión… Todo minuciosamente captado y documentado en imágenes y videos. Pero no para compartir en la intimidad familiar, con los abuelos o los parientes que no han estado presentes, como antaño hacíamos con los álbumes. No. Nada de eso. Lo captado se comparte en redes sociales, sin filtro e, incluso, cuando los hijos son pequeños, ni siquiera preguntándoles, pidiendo permiso para exponerlos. Entonces esa exposición se naturaliza, al punto de que crecen en la costumbre de que así sea y, por ser, resulta válido. Sobre todo, porque “lo hacen todos”. Y en la pubertad y adolescencia, cuando son ellos los que empiezan a tener sus redes sociales propias, esto está internalizado a tal punto, que terminan viviendo la vida en vidriera, sin percatarse de las implicancias y consecuencias. Se exponen y exponen a otros, sin consulta previa. Sin tener noción. Sin pensar. Sólo disfrutando de la vaciedad de sumarse a la masa, sin reflexión alguna.
Sin lugar a duda alguna, Antonella es una adolescente extraordinaria. Pero que sea fuera de lo común no significa que sea la única, como tampoco son únicos sus papás. Pero sí, se hace imprescindible que tanto padres como hijos se den cuenta de que la vida real es para adentro y va mucho más allá de un puñado de likes.
(*) Psicopedagoga. M.P. Nº 279. L.I.F.8.