por Psp. María Alejandra Canavesio (*)
“- No quiero ir más a ninguna parte – protestó Elisa.
- ¿A ninguna? - le pregunté - ¿Por qué no?
- Porque en todos lados me aburro - sentenció.
- ¿Y hay alguno en el que no?
- En mi cuarto - aseguró - Porque estoy todo el tiempo con la compu.
*************
- Ya no sé qué más darle – me dijo Beatriz, la mamá de Lisandro, con preocupación – Su habitación ya parece un negocio de electrónica: tiene el televisor, la PC, la play, luces led de colores por todos lados. También la tablet y el celu, por supuesto. Cada vez que quiere algo, se lo compro. Sin embargo, no hace más que quejarse porque está aburrido”.
Somos parte de una sociedad ajetreada, en la que se vive contra-reloj, a las corridas de un lugar a otro, muchas veces sin siquiera espacio ni tiempo para detenernos a descansar entre una actividad y otra, permitiendo que la impulsividad y la urgencia monopolicen nuestra cotidianeidad. La hiperactividad nos gobierna y arrastramos nuestros hijos a nuestro muchas veces casi enajenado ritmo de vida, al punto de creer y hacerles creer que hay que estar siempre haciendo alguna actividad porque, si no, se pierde el tiempo. Mientras tanto, en el apuro no podemos disfrutar prácticamente de nada y en la saturación terminamos alienándonos.
La obsesión por estar ocupados conduce a estructurar, programar y optimizar los tiempos propios y los de los hijos, razón por la cual, se les satura la agenda de actividades y/o se los atiborra de cosas, generalmente tecnológicas, para que estén tan ocupados como nosotros. Como consecuencia de esto, tenemos nuevas generaciones sobreestimuladas por el uso abusivo de pantallas, y en esa condición experimentan más sensaciones, ruidos y estímulos de los que pueden manejar, anclando en la ansiedad, la tensión, la saturación y el estrés.
Si bien el aburrimiento hace al cansancio del ánimo originado por la falta de estímulos o distracción, los niños y adolescentes de hoy se aburren por exceso de ambos y no precisamente por carencia. La sobrecarga sensorial sobrexcita al cerebro, genera ansiedad… y cansa. De ahí la sensación de aburrimiento.
Aburrirse es algo pedagógicamente esencial en la vida tanto de niños como de adolescentes, porque es desde el aburrimiento que se construye la creatividad y, justamente por eso, es profundamente necesario contar con tiempos libres de actividades y de cosas, como para poder explorar el mundo externo e interno, en procura de aprender a utilizar productivamente el tiempo, activando la curiosidad, la imaginación y la invención.
Es necesario aminorar la velocidad, apartar los aparatos, focalizar la atención en las pequeñas cosas, valorarlas y encontrarles la utilidad, posicionándose desde la calma, para poder adquirir nuevas habilidades y competencias. Es preciso, además, potenciar la autosuficiencia, el pensamiento crítico y el espíritu autónomo, así como también aprender a gestionar el silencio, aprovechándolo para el aprendizaje.
Cuando los hijos se quejan por estar aburridos es el momento de alentarlos a resolver la situación por sus propios medios, sin allanarles el camino organizándoles la agenda o poniendo aparatos al alcance de sus manos. Nosotros somos los adultos responsables de su educación así que, si queremos niños y adolescentes creativos, apaguemos las pantallas para que puedan encender la imaginación.
(*) Psicopedagoga. M.P. N.º 279.L.I.F.8.