por Dra. Virginia Busnelli (*)
En esta época del año es muy común escuchar “qué hambre me da este frío”; “con este frío qué ganas de comer algo rico”; “en verano es más fácil cuidarse”; todas estas frases que aparecen muy asiduamente durante esta época del año parecieran suponer que el frío abre una especie de “permitido desenfreno” cuando de alimentación se trata.
Si bien es cierto que, ante el frío, nuestro cuerpo nos pide elevar su temperatura y, una forma de hacerlo, es ingiriendo alimentos, preparaciones o líquidos calientes, ello no implica que nuestras elecciones al momento de comer durante la época de frío deban aportar un exceso de grasa y calorías a nuestro organismo; exceso que –como sabemos– se podrá ver traducido en un aumento de peso y, lo que es peor aún, en la incorporación de malos hábitos alimentarios que no hacen más que complicar, en mayor o menor medida, nuestra salud.
Es importante ser conscientes de que, con las bajas temperaturas, nuestro sistema inmunológico está más activo y preparado para combatir los diferentes virus que se presentan en el ambiente. Por esto, y en contra del mito popular de incorporar un exceso de calorías “vacías”, lo que realmente debemos hacer es sumar nutrientes que ayuden a nuestro organismo a sentirse fuerte y saludable.
Muchas personas, llegado este momento del año, suelen dejar de lado las ensaladas o las frutas frescas por considerarlas propias del verano y asociarlas con un sentido refrescante que no coincide con la época invernal. A su vez, utilizando algunas de estas excusas y hasta quizás sin darse cuenta, hay quienes transforman las preparaciones más livianas en menúes con excesos de calorías y grasas, apoyándose en que de esa manera pasarán mejor los días de frío. Otro nutriente fundamental, que suele abandonarse en el invierno, es el agua; este es un punto muy importante a tener en cuenta sobre todo en niños, adolescentes y ancianos, donde puede existir un mayor riesgo de deshidratación.
Las sopas de verduras y caldos, por ejemplo, son una excelente alternativa para sumar nutrientes, aportando mucho volumen y fibra con pocas calorías y dándonos, además, la satisfacción de comer un plato rico y caliente. Son ideales para ser consumidas antes de cada comida principal para comenzar a registrar la saciedad. Por otro lado, los guisos, a base de vegetales con el agregado de legumbres y carnes magras, también pueden ser una muy buena y saciante opción. Por último, las infusiones calientes de todo tipo, nos aportan el calor necesario para que regulemos mejor la temperatura del cuerpo; es una muy buena época para darnos el gusto de preparar y probar distintas opciones de tés, sumando sabores y colores.
Es muy importante destacar, además, que no debemos abandonar la actividad física y el movimiento ya que esto, también, nos permitirá entrar en calor, regular la actividad metabólica y aumentar la temperatura de nuestro organismo.
¡No usemos el frio como excusa, aprovechemos el otoño y el invierno para disfrutarlo al máximo sin dejar de cuidarnos e incorporando – en su medida justa – todo lo que nos gusta y nos hace bien!
Seguramente pasemos más tiempo en casa durante esta época, es una buena razón para elegir compartir más tiempo en familia y cocinar juntos eligiendo opciones ricas y saludables.
PARA TENER EN CUENTA
-Las frutas y las verduras son fuentes de vitaminas y minerales específicos para combatir las enfermedades asociadas al cambio climático como el resfrío y la gripe.
-El líquido, tanto en infusiones calientes como frías, y el consumo de agua pura y segura, es fundamental. Una buena hidratación hace al correcto funcionamiento de nuestros órganos.
-Los lácteos descremados, como leche, yogures y quesos light, nos aportan proteínas de alta calidad nutricional. No deben ser olvidados en invierno.
-La actividad física regular y sostenida, aumenta el ritmo cardíaco con el consiguiente aumento de la circulación y de la temperatura corporal, además, aumentamos el gasto calórico favoreciendo así el descenso y mantenimiento de peso.
(*) Médica especialista en Nutrición.